Vividores

A mi modo de ver, existen dos tipos de personas en esta vida: los que luchan, se esfuerzan, se ponen metas, los que trabajan... y luego están los vividores. Esa clase de gente que también se esfuerza y también lucha, que se pone metas... pero que no da un palo al agua nunca.

Gracias a la aparición de las redes sociales, resulta que ahora es mucho más fácil dar con ellos... para poder evitarlos. Creedme: yo he conocido (conozco) a vividores. Son nocivos. No me importa cuán dura pueda sonar esta palabra, porque es cierto.

Son personas que, a primera vista, no levantan sospecha alguna. Puede, de hecho, que nunca lleguemos a descubrirlos porque son muy hábiles. Aunque creas que los conoces, no es así en absoluto. Son listos, fingen. Interpretan cada día un papel que van perfeccionando con el paso de los años. ¿Y para qué? Pues eso, para vivir del cuento.

Pensadlo, seguro que tenéis en vuestros círculos un conocido o un amigo que da el perfil: son abiertos, muy simpáticos, encajan bien en cualquier ambiente, parecen (digo bien, parecen) estar al pie del cañon todo el tiempo, para lo bueno y para lo malo, alaban tus cualidades, te defienden en situaciones comprometidas...

Sin embargo, si nos fijamos, podemos encontrar una serie de pistas alarmantes: la gente de la que hablan cambia con el tiempo (nunca tienen un buen amigo que aparezca repetidas veces en sus anécdotas por más de un año o dos). Es cierto que se adaptan fácilmente, pero porque se mimetizan con los ámbientes de forma muy sutil; a pesar de que ello implique cambiar ligeramente su forma de vestir o, incluso, de hablar.

Siempre están activos, organizando planes, eventos, fiestas, viajes... Encuentran pequeños trabajos en los que tratan con los clientes de forma directa (¿teleoperadores? No, camareros en bares de copas, azafatos...). Sus fotos, al contrario de lo que ocurre con el común de los mortales, siempre parecen de estudio. No los pillarás con los ojos cerrados o en una mala postura jamás.

Y, ¿con los proyectos serios, qué ocurre? Los van alargando en el tiempo hasta que, finalmente, los abandonan. Aunque eso jamás lo reconocerán nunca. Todos ellos poseen una titulación en "algo", pero como no vamos a entrar en sus casas para buscar esos títulos, da lo mismo que sepamos que no es cierto.

Pensaréis que dónde está el problema. Pues bien, os lo diré. No son capaces de desarrollar vínculos verdaderos con los demás. Por eso cambian "sus mejores amigos" o sus grupos cada poco tiempo, por eso siempre buscan estar cara al público, por eso pretenden siempre agradar y mimetizarse... Porque van utilizando poco a poco a la gente para lograr sus propósitos.

¿Que están estudiando/trabajando fuera y no les da tiempo a ir a su casa a comer? Recurrirán a un "amigo", que pasará a ser "muy amigo" y que dejará de serlo cuando la necesidad de comer fuera de casa desaparezca. Ese "amigo" dejará de saber de ellos de la noche a la mañana.

¿Que por qué cuento todo esto? Bueno, pues porque uno de los vividores de mi círculo (al cual descubrí porque me excluyó sin más) ha decidido que es el nuevo Pablo Neruda, está haciendo campaña para promover su fantástica, singular y maravillosa obra por el mundo... Y se ha enterado de que soy editora.

Convencida estoy de que, en breves, sonará mi teléfono: "¡Qué tal? Cuánto tiempo, ¿verdad? Esto no puede ser, tenemos que quedar para ponernos al día..." Pero he decidido que voy a usar la misma táctica que uso él conmigo: quedar, no presentarme a la cita y después desaparecer durante dos años (¡o más!)

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