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Mostrando entradas de diciembre, 2013

¿Carta de rechazo o patada en la dignidad?

Odio las respuestas estandarizadas que dan las empresas a los candidatos descartados en los procesos de selección. Entiendo que somos muchos los que buscamos empleo, también que ellas no pueden perder su valioso tiempo redactando cartas personalizadas, pero no comprendo por qué, en su afán por “quedar bien”, destruyen aún más la moral de aquellos que han sido rechazados. Quien se presenta a un proceso de selección ya sabe que corre el riesgo de que otro candidato se quede con el puesto vacante en lugar de él mismo, por tanto, no considero necesario que en la misiva de rechazo aparezcan expresiones tales como: “aunque su currículum es muy bueno/impresionante, hemos decidido seleccionar a otra persona”. Discúlpenme, pero dan ganas de perder los buenos modales y responder al encargado del e-mail: “si tan bueno/impresionante es mi currículum, contráteme a mí y no al otro, ¿por qué ha decido escoger al mediocre en lugar de al impresionante?”. No sé qué pensará el resto

Navi... ¿qué?

Las sociedades y las culturas evolucionan de forma constante. El contacto entre ellas, el surgimiento de movimientos más o menos revolucionarios que se oponen a otros que ya han alcanzado el estatus de “tradicionales”, la aparición de tecnologías y nuevos comportamientos y actitudes… todo esto, y más, nos empuja hacia lo que llamamos “futuro”. Si las cosas no cambiasen, seguiríamos anclados en algún pasado; a saber si con corsés, barcos de vapor o combates de gladiadores. El caso es que, en este constante avance, todo se transforma. Cada elemento cultural se modifica y pierde matices y adquiere nuevos significados que, por un lado, lo alejan de lo que fue en un principio y que, por otro, lo mantienen arraigado en la memoria popular (aunque desprovisto de su-vamos a ponernos intelectuales- raison d’être ). Ocurre en todos los campos, desde los propios dichos y refranes (“A buenas horas, mangas verdes”) hasta las fiestas y celebraciones. Para mí, el más claro ejemplo de

Cantamañanas en bragas

Me gusta la música. En general, sin etiquetar. Nada de movimientos, géneros o fenómenos. La música en su significado más amplio. Si oigo un fragmento de una canción en televisión, en un bar, en la calle… la busco en Internet y la escucho, y me es indiferente cómo se llame el intérprete. Supongo que es por eso que mis listas de reproducción son tan desconcertantes (aunque yo prefiera el término eclécticas). Hasta que no entro en la red, no suelo tener idea de cuál es el uniforme de trabajo que lucen las estrellas (o no) de las listas musicales. Es en ese preciso instante cuando me encuentro con lo que todo el mundo ya sabe: para ser una celebrity femenina del pop tienes que cantar en ropa interior o derivados. Es curioso. Las mujeres se desnudan para cantar y llega un punto en el que no se sabe si venden música o carne, en el que se desconoce si gusta su voz o sus piernas, sus letras o sus tetas… No me considero una puritana, pero no comprendo que reivindican las canta

Yo de mayor quiero ser mujer-florero

Una de las revelaciones más terribles que he tenido en mi vida ha sido descubrir que aún existen mujeres que quieren ser mujer-florero. Alguna, una, de ellas, se contaba entre mis amistades. He comprobado que, como todo en esta vida, es una cuestión de educación. Si desde que eres muy pequeña los únicos halagos y elogios que recibes en tu casa se reducen a lo guapa que eres o lo bien que vas vestida, y el único mérito que se te reconoce es lo buena pareja que haces con tu novio, pues claro, acabas pensando que la vida se limita a eso. Mi amiga siempre mostró indicios de ser así; supongo que fue mi orgullo lo que me impidió verlo. La decepción fue tremenda. A medida que intimábamos, me fui percatando de que sus preocupaciones nada tenían que ver con la universidad (donde nos conocimos) o con el empleo que desearía tener en el futuro. Es más, si hablaba de esto último, siempre era para hacer alusión a lo bien o lo mal que quedaría ella en tal o cual puesto dada su forma