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Mostrando entradas de septiembre, 2013

¿Existen los perfiles que demandan las empresas?

Pensé que, de tanto analizar ofertas de empleo, me acabaría convirtiendo en una experta en la materia. Creía que ya había consultado todas y cada una de las diferentes demandas que se cuelgan en los portales de Internet destinados a tal fin, y, sin embargo, día sí día también encuentro algún departamento de recursos humanos que se supera a sí mismo y me sorprende. Al principio, nada más apuntarme en la SEPE, no comprendía como era posible que, habiendo tal cantidad de parados en el país, hubiese tantas ofertas diferentes disponibles. Ahora que ya llevo muchos meses buscando y buscando en vano, pues empiezo a entender. ¡No existen los perfiles demandados! A lo que no llego aún es a comprender si las empresas se dan cuenta de ello o si simplemente lo hacen para reírse del personal (entiéndase personal como todos los pringados que nos inscribimos en las candidaturas). El mundo de la demanda de empleo es el paraíso de la incongruencia: con treinta años puedes ser demasiado mayor pa

Ya no voy a fundar mi propio pueblo

En uno de esos vertiginosos bajones de ánimo que se nos permite tener a aquellos que andamos buscando trabajo, me sorprendí a mí misma pensando en fundar un pueblo. Así, como suena: fundar un nuevo pueblo. Tenéis permiso para mofaros, porque sé que suena de lo más iluso y estúpido. Pero, durante un pequeño instante me pareció una buena idea. Por ejemplo, para empezar, se necesitarían edificios públicos y privados: tengo amigos arquitectos, geólogos, ingenieros de caminos, albañiles, pintores, electricistas y fontaneros que se podrían encargar de ello. Después de levantar esos cimientos imprescindibles, habría que dotarlos de vida y actividad otorgando  una función diferente a las construcciones recién hechas. Uno podría ser el hospital, ya que conozco médicos, radioterapuetas, técnicos de rayos y enfermeros (creo que incluso hasta a algún fisioterapeuta) que no tienen trabajo. También haría falta un colegio o escuela. No habría problema, porque entre mis amistades también hay maest

Los foros y los pequeños dictadores

En alguna ocasión he encontrado alguna noticia en Internet que me ha interesado especialmente y he decidido participar en su foro de opinión. Otras veces, buscando información sobre algún tema en particular, he llegado directamente a los foros y he leído las opiniones de los que han participado en él para comprender el tema. Al final he llegado a determinar que, una herramienta que podría ser de gran utilidad, no sirve absolutamente para nada. Cierto que todas las ideas son válidas y que todo el mundo tiene derecho a opinar, pero el anonimato de la red favorece a aquellos que, por no tener delante a sus contertulios, se envalentonan y se dedican a proferir insultos gratuitos y a despreciar y mofarse del resto de participantes. Lo peor de todo es que el resto de la gente, en lugar de denunciar los comentarios malintencionados e irrelevantes, ofensivos e inútiles se deja llevar por estos personajes, cae en su juego y cualquier discusión de cualquier tema que uno pueda imaginar se tra

Libros que decepcionan

Estoy convencida de que a todos los que os guste leer os habrá pasado alguna vez que, después de enfrascaros como locos en la lectura de un libro, al llegar al final, os habéis quedado con un palmo de narices. ¡Qué sensación tan frustrante! Eso es lo que me ha pasado a mí hace un momento. Tras quince días de dedicación plena a conocer qué le ocurrió al reino mítico de Broken, resulta que lo que comenzó como una novela interesantísima, acaba convirtiéndose en un estrepitoso chasco en apenas cien páginas. Pocas veces en mi vida me he topado con un texto que me haya atraído en tantos sentidos. No solo me estaba apasionando la historia en sí misma, sino que, además, esta escondía una serie de comentarios, datos y nociones que satisfacían mis gustos como filóloga. Con unas sutiles pinceladas, el autor supo entreverar nombres, acontecimientos históricos, civilizaciones, religiones, dioses... para que el lector, al ir avanzando, fuera descubriéndolos por sí mismo. Dicho de otra forma: ¡