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Mostrando entradas de 2015

Me han llamado "pobre"...

Porque sí, es así, hoy, me han llamado “pobre”. Porque, a juicio de mi interlocutor, tengo mucha ropa. Así, si más. Tócate un pie. “¡Hay que ver la de ropa que tienes!” ha sido el inicio de una breve conversación en la que, sorpresa, sorpresa, ha trascendido mucho más de lo que parecía a simple vista. ¿Tengo mucha ropa? Depende con quién se me compare. Entiendo que comparada con esta persona debe ser así. ¿Que si la tengo? Pues puede ser. Afortunada o desafortunadamente para mí, gasto la misma talla que cuando tenía 19 años. Así ha sido, que cuando hoy me han espetado esto, coincidía que mis vaqueros cumplían casi una década en mi armario (falta de tinte en las costuras y un sutil agujerillo en la zona del muslamen izquierdo lo atestiguan). La camiseta era más reciente, solo contaba con un par de años, como el jersey. Para responder, he realizado un rápido cálculo mental: “si por mi cumple me regalan ropa, por Navidad siempre cae algo también, y cuando lo puedo c

El pueblo las cría y la RAE las junta

El pueblo las cría y la RAE las junta… y las registra. Si buscamos en el diccionario una palabra, nos toparemos con mil y una (o siete… o tres… o una, tampoco quiero exagerar) acepciones. O sea, significados. Algunos nos los esperamos, otros no; y algunos otros no los encontramos ni debajo de las piedras… Y es que, a pesar de que la RAE, en su afán de limpiar, pulir y dar esplendor a la lengua, trata de definir ese pensamiento popular que compartimos, para quien entiende de español, se queda corto y para quien no entiende, no alcanza. Porque Mecano ya me enseñó una cosa: que una rosa es una rosa, es una rosa es una rosa… Pero, ¿la leche? ¿Quién me explica qué es la leche? Y me diréis: “¡Pues lo que dan las vacas!”. Pero habrá quien reflexione y piense: “No… porque ahora también la hay de soja”. Y se empezará a liar la madeja. ¡Ay, amigos! Esto no es na’. Vosotros sabéis lo que es la leche; yo sé lo que es la leche… Sin embargo, ¿sabríais explicárselo a ese pobre gu

¿Chist, chist…? ¿Chist, chist…? ¡Tus muertos!

Chist , chist … para llamar al gato. O al perro. O a tu periquito de color azul. Chist , chist … para llamar, si me apuras, al colega del alma que llevabas al lado con disimulo para señalarle algo sin que se enterase nadie... ¿Pero chist , chist a mí? ¡Tus muertos! ¿Desde una punta a otra de la calle, bien alto, bien sucio, con cara de gallito de corral, sacando pecho y andando como un garrulo? ¡Tus muertos! ¿Añadiendo después a voz en grito: “Oye, niña, dame un cigarro”? ¡Tus muertos! ¿Indignándote además con un “¡Ni puto caso!”, también bien alto, porque te ignoro? ¡Tus muertos! ¿Que la maleducada soy yo? ¡Tus muertos! ¿Qué parte de tu actitud iba a provocar que me detuviese complacida y halagada, dispuesta a darte un mísero cigarrillo? ¿Que tratases de llamar mi atención evidenciándome en medio de la calle como a un chucho? ¿O el pavoneo que quería dar a entender que yo tenía que complacer tus ganas de fumar solo porque sí? ¿O esa mirada arrogante y a

Si yo fuese un hombre, y no una mujer...

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A veces, sin yo quererlo se me viene a la mente un pensamiento: ¿Qué se sentiría siendo un hombre? No es una idea que se me ocurra por querer experimentar esas supuestas ventajas añadidas que ellos consideran que tienen como, por ejemplo, mear de pie, sino por descubrir las maravillas que oculta el cromosoma Y, ese que, al parecer, genera cuerpos perfectos. Imaginaos, amigas, que un día os levantáis con pene. Después del susto inicial (al comprobar que os estáis rascando la huevada en lugar de frotándoos los ojos), descubriríais que ante vosotras se abre un inmenso mundo de salud y bienestar… ¡que nosotras jamás conoceremos! Porque, para empezar, si fueseis hombres, jamás se os pondrían los ojos rojos: Ni tampoco os saldrían calenturas o herpes labiales: No tendríais las manos secas como los pescadores noruegos: Ni durezas en los pies como una bailaora de flamenco: No tendríais ni idea de lo que son los callos: Ni las ampolla