El pueblo las cría y la RAE las junta

El pueblo las cría y la RAE las junta… y las registra.

Si buscamos en el diccionario una palabra, nos toparemos con mil y una (o siete… o tres… o una, tampoco quiero exagerar) acepciones. O sea, significados. Algunos nos los esperamos, otros no; y algunos otros no los encontramos ni debajo de las piedras…

Y es que, a pesar de que la RAE, en su afán de limpiar, pulir y dar esplendor a la lengua, trata de definir ese pensamiento popular que compartimos, para quien entiende de español, se queda corto y para quien no entiende, no alcanza.

Porque Mecano ya me enseñó una cosa: que una rosa es una rosa, es una rosa es una rosa… Pero, ¿la leche? ¿Quién me explica qué es la leche?

Y me diréis: “¡Pues lo que dan las vacas!”. Pero habrá quien reflexione y piense: “No… porque ahora también la hay de soja”. Y se empezará a liar la madeja. ¡Ay, amigos! Esto no es na’.

Vosotros sabéis lo que es la leche; yo sé lo que es la leche… Sin embargo, ¿sabríais explicárselo a ese pobre guiri que ha pasado sus vacaciones aquí, o a ese ingenuo Erasmus que vendrá en los próximos días a pasar el curso?

Porque para sobrevivir aquí, en esta nuestra peculiar tierra, necesitarán saberlo.

Leche es de lo que te acuerdas cuando recuerdas que no te acordaste de algo: “¡Ay la leche! ¡Si tenía que recoger a mi madre en la estación!”. Y a toda leche es como corres para llegar a tiempo a recoger a esa pobre mujer.

Pero leche también es el golpe que le das al coche contra la columna del aparcamiento de la estación por no mirar por el retrovisor (“¡Menuda leche!”). Y en lo que te cagas cuando ves el rayón que has hecho en la puerta del copiloto (“¡Me cago en la leche!”).

Con mala leche es como te espera tu madre junto al andén, y de más mala leche es como te pones tú cuando intentas explicarle los motivos de tu retraso, y con leche es como responde ella a tus excusas: “¡Y una leche!”.

Y si esto ya os ha parecido la leche, no quiero invitaros a que penséis en el polvo.

¿La parte más menuda y deshecha de tierra muy seca, que con cualquier movimiento se levanta en el aire?

Noooo…

Porque con polvo también se pueden decir muchas cosas.

Para empezar, el polvo se puede limpiar (cacho guarros, que no viene mal pasar la mopa de cuando en cuando). Aunque, sin duda alguna, lo que más nos gusta a todos es “echarlo”, ¿que no? A pesar de que después nos quedemos hechos polvo por haber hecho polvo a nuestra pareja (ouh yeah!). Eso es lo que pasa cuando alguien tiene un polvo. No obstante, también les hay que por más polvos que se pongan, siempre acaban mordiendo el polvo…

Y ahora no os riáis, porque este es un asunto muy serio: yo, a día de hoy, no sé si cagar es bueno o malo: “¡Esto está que te cagas!”. Pues mira, no sé si quiero probarlo…

Las cosas pueden ser buenas que te cagas, estar malas que te cagas, dar un miedo que te cagas… El caso es acabar de mierda hasta las orejas.

Y estoy empezando a pensar que esto nos pasa porque, como pasamos un poquito de la lengua, nos hemos vuelto un tanto perros. No perros de los de ladrar (aunque también hay quien que cuando se enfada adopta hasta a las pulgas), sino perros de los de no hacer nada.

¿Por qué si no el humor puede ser de perros, pero también puede hacer un tiempo de perros o se nos ocurre echar a alguien a los perros? ¿De verdad tienen los pobres perros tan mala leche?

Pero la cosa no acaba aquí. Porque digo más: ¿qué es puta? ¿Qué es puto? (Además de la señora que se planta en la esquina y el señor que acompaña a las ricachonas a las fiestas de gala…).

Conste que yo soy la primera que cuando no me encuentro bien, estoy de puta pena. Ahora que, cuando me da el subidón, estoy de puta madre. Cuando algo me gusta es porque es “la puta caña”, pero cuando me disgusta es “la puta mierda”. Alguien que me cae bien es una persona “de puta madre”, pero ay si me cae mal… Eso es que es un hijo de puta.

Aun sabiendo esto, digo de quienes hacen algo muy bien que son “los putos amos”… Y de quienes no hacen nada, de nada, de nada, que son unos “putos vagos” (o putos perros, depende de lo que me indigne).

Y puedo entender que se diga eso de “¿quién te ha dado vela en este entierro?”, porque sé lo que es una vela, pero no sé por qué nos quedamos a dos velas a fin de mes… O cuando nadie nos quiere echar un polvo.

Tampoco entiendo porque se tira de las mantas. Y menos aún por qué nos las liamos a la cabeza…

Pobres guiris. Pobres Erasmus. Se marcharán de aquí como vinieron: diciendo paella, sangría, olé y Macarena.


Pfff… Y no me extraña. Después de esto, me apetece tomarme un vaso de leche e irme a la cama… Esperad, ¿leche? ¿De vaca o de soja? Puta mierda…

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