Carta a una excompañera

Hola, compi:

No nos conocemos muy bien, y puede que te preguntes que con qué derecho me meto en tus asuntos, pero ayer me contaron el incidente que habías tenido con Veneno y no pude evitar sentirme identificada plenamente contigo. Espero, por tanto, que no te moleste, sino que entiendas que lo hago porque no quiero que nadie más tenga que volver a padecer lo mismo que yo padecí durante el año y medio que pasé en la empresa.

Cuando me dijeron que ibas a ser la nueva técnico, lo creas o no, lo primero que pensé fue ‹‹por favor, que Veneno no le haga lo mismo que me hizo a mí››. Y lo comenté varias veces, porque de verdad era algo que me angustiaba, por decirlo de alguna manera. Yo sé lo que es estar en el puesto que ocupas tú ahora.

Lo más jodido (o JODIDO, porque es exagerado lo que se puede llegar a pasar con esa mujer) de todo es que, a pesar de que la gente alucina cuando le cuentas qué te ha dicho o te ha hecho, en el fondo nadie le da a las cosas que cuentas la importancia que se merecen porque Veneno tiene un lado chistoso o gracioso que pesa más que todo lo que tú puedas decir sobre ella. Tampoco ayuda que te aconsejen que no le des importancia a lo que te dice o que pases de ella, porque son consejos que no te sirven en tu día a día. Los demás te escuchan y, efectivamente, pasan del tema, pero cuando se acaba el descanso o la hora de la comida tú tienes que volver a sentarte en tu sitio y verle la cara y aguantar nuevos reproches, nuevos comentarios, nuevas miradas y nuevos gestos despectivos.

Duele que ataque tu trabajo y te acuse de incompetente cuando algo no sale como ella quería, duele que se adjudique tus ‹‹victorias›› y que tenga el morro de hacer creer al mundo y de intentar hacerte creer a ti que si has hecho algo bien ha sido porque ella estaba detrás, pero lo que duele más aún es que tenga la soberbia, la desfachatez, la cara dura y la poca vergüenza de permitirse el lujo de opinar sobre cómo vives tu vida privada, de quitarte la razón sobre cuestiones que desconoce y no le atañen o de cuestionar las decisiones que tomas. Y lo peor de todo es que además se muestra condescendiente y actúa como si te conociese de toda la vida y mejor que nadie, y que te acose y atosigue para darte charlas e intentar convencerte de que ella sabe más de tu propia vida que tú.

Para quien no lo ha vivido esto son chorradas. Para quien no la conoce simplemente es una estúpida de las narices. Pero para ti, que pasas ocho horas y media al día hombro con hombro con ella puede llegar a ser una pesadilla.

A mí me humilló de todas las formas posibles: desde echándome broncas sin sentido a voz en grito en la sala, culpándome de cosas que no eran ni mi responsabilidad y de las que, en ocasiones, ni siquiera tenía conocimiento, hasta diciéndome clara y abiertamente que le parecía mal que tuviese tanta ropa porque ‹‹solo era una becaria››, lo que significaba claramente que tenía un novio rico que me mantenía. Se metió conmigo por decir que no me gustaba el cine o la tortilla de patata. Por esas dos confesiones sin importancia llegó a llamarme estúpida. Se mofaba de mí porque llevaba libros a la oficina: si eran libros de ciencia-ficción tenía que aguantar que me llamase friki en tono despectivo; si eran novelas románticas me llamaba inculta y ñoña por leer esa basura y tener tan mal gusto; si llevaba libros sobre teoría de la literatura se burlaba porque decía que lo hacía solo para aparentar porque era imposible que yo entendiese esos temas; si llevaba un libro de un autor que ella valoraba, por supuesto el que yo había escogido era el peor de todos los que había escrito; si me preguntaba si había leído algún libro en particular o si conocía a algún autor concreto y le decía que no, se echaba las manos a la cabeza y me recriminaba que fuese una filóloga tan ignorante. Ponía en duda todos mis conocimientos, y recorría la sala preguntando uno por uno a todos los que estaban allí para descubrir si era correcto o no lo que yo decía. Y si por supuesto era cierto, también se burlaba de mí con comentarios ofensivos.

Podría seguir enumerándote los mil y un martirios que tuve que soportar por su parte, pero me llevaría otro año y medio.

Para mí fue horrible darme cuenta de que me tenía agarrada por el cuello. No me considero una persona valiente, pero jamás en mi vida me había dejado pisotear por nadie. Y esta señora no solo me pisoteó, sino que se limpió los pies en mí y me escupió encima.

Yo siempre he tenido los huevos de decir lo que pienso (procurando no faltar al respeto a nadie, no soy tan mala) a quien fuese. El día que me dijeron que no me renovaban, cuando Big Mamma vino a hablar conmigo para explicarme que esa decisión tan dura la habían tomado porque no daba el perfil, le espeté con mis santas narices que eso podía comprenderlo, pero que no entendía entonces por qué despedían a otro compañero, que tenía un perfil tan diferente al mío, que era tan trabajador y que, en mi opinión, era el mejor técnico de todos los que estábamos allí; que cometían un error. Pude hacer eso, pero jamás pude defenderme de Veneno.

Me generaba tanto estrés, que acabó por provocarme ansiedad. Ansiedad que ya se encargó ella de ridiculizar y de comunicar a toda la oficina, burlándose de mí y diciendo que, si simplemente era técnico y ya no daba para más, mal futuro me esperaba en esta empresa (cosa que efectivamente fue así). Cuando sufrí el primer ataque no sabía lo que me pasaba, y estuve más de un mes haciéndome pruebas médicas y tomando medicamentos tan variopintos como pastillas de valeriana para dormir y pastillas para los vértigos. Hasta que al final dieron con lo que me pasaba. La maldita ansiedad. No solo me he pasado medicada casi un año, sino que además he tenido que acudir al psicólogo para poder superar mi año y medio en la empresa. Es muy triste que un trabajo te robe la salud de esa forma.

Aparte de eso, en lugar de relacionarme con mis compañeros, lo que hice fue aislarme poco a poco, retraerme, cerrarme a los demás. Aún hoy no sé cómo es posible que hiciese amistad con alguien. Me sentía culpable por levantarme al baño o bajar al café. Parar para fumar era lo único que me aliviaba, e incluso entonces me fumaba los cigarros muy deprisa para no darle a Veneno un nuevo motivo para que me echase la bronca.

Viví un infierno.

Tristemente, no tengo una fórmula mágica o un secreto para revelarte. No tengo respuesta a cómo evitar esa situación, darle la vuelta a la tortilla y que tú te posiciones en una situación de poder respecto a ella. Yo no lo logré nunca. De hecho, mis estrategias me perjudicaron: durante un tiempo decidí no intervenir en las conversaciones para que no pudiese descalificar mis comentarios; eso fue un error porque desde entonces me acosó preguntándome que qué me pasaba día sí y día también, aludiendo constantemente a mi enfermedad y dándome consejos para superarla o pidiéndome que no se lo contase a mis compañeros para que no se burlasen de mí por estar loca (sí, uso la palabra loca para calificarme varias veces). También opté por ser muy simpática con ella y seguirle el rollo, pero eso tampoco me sirvió porque acabó cogiendo más confianza de la que ya se había tomado y trató de inmiscuirse en mi relación con otra persona e intentar enemistarnos, haciéndome comentarios despectivos sobre ella o acusándola de tratarme mal como jefa (sobra decir que no funcionó y que mi relación con esa persona, en todo caso, se ha fortalecido). Por último, intenté hacer lo mismo que hacía una compañera e imitar su forma de tratarla, pero eso solo sirvió para que Veneno me dijese que yo no era esa compañera, que no intentase serlo, que fuese yo misma y que no podía tener una personalidad tan débil.

Solo hallé la paz (y aunque suene melodramático es la palabra que mejor lo expresa, paz) el día que me marché de la empresa, día en el que tuve que aguantar la última humillación por parte de Veneno, que se dedicó a darme besos y abrazos y a consolarme por mi despido, además de decirme que ella se había dejado los cuernos defendiéndome, que me quería mucho, que apreciaba muchísimo mi trabajo y que nadie podría ocupar mi lugar en el equipo. En fin…

Pensé que tú jugarías con ventaja porque tenías una buena relación previa, pero ya he visto que no ha sido así. Y no sabes cuánto lo siento, porque de verdad, de verdad, de verdad, no te mereces que te haga cosas como las que te hizo ayer. Te diría que ahora que has visto su verdadera cara, ahora que has tenido el primer aviso, busques una estrategia para sobrevivir a ella. Ojalá esto sea solo un hecho aislado, pero siento mostrarme pesimista y decirte que no lo creo. Prepárate por si acaso. Estate alerta para que no te vuelva a ocurrir.

No sé cuánto tiempo tienes pensado pasar en la empresa, pero procura servirte de las experiencias del resto para vencerla. Ninguno de los que están por encima de Veneno van a hacer nada para ayudarte, porque no te van a creer. El rastro de cadáveres que ha dejado es largo: tres compañeras y yo misma… Pero para todos ellos, especialmente para Big Mamma, la culpable no es Veneno, sino los extrabajadores, que hemos demostrado ser unos desagradecidos, unos incompetentes, unos desertores o unos enfermos mentales (eso último va por una servidora).

Lo único que puedo ofrecerte son mis oídos. Porque los demás te pueden escuchar, pero tristemente la única que te voy a entender al 100% soy yo. No es gran cosa, porque no somos amigas y no tenemos confianza y yo te estoy martirizando con más de mil setecientas palabras para terminar de rematar la faena. Pero si de verdad lo necesitas (ojalá no, por Dios, de verdad, ojalá que no), puedes contar conmigo para desahogarte, despotricar o lo que haga falta.

Sé fuerte. No dejes que pueda contigo. Y si algún día sientes que no tienes fuerzas o que no puedes más, piensa que el único sentimiento que puedes experimentar por esta mujer es pena. Pena porque necesita descalificar a los demás y ensalzar sus supuestos defectos para sentirse superior. Pena porque necesita gritar y dar órdenes sin sentido para que parezca que sabe más que nadie cuando, en realidad, sin el equipo que la rodea, no podría hacer absolutamente nada (por el amor de Dios, si lleva cuatro años allí y todavía no sabe ni rellenar un Excel correctamente). Pena porque siente la necesidad de ser la protagonista de todas las fiestas y se esfuerza ella sola en competir con el resto del mundo por cosas que a nadie más que a ella le importan. Pena porque se cree más que nadie. Pena porque presume de ser doctora, cuando en realidad es una mentirosa (resulta que solo se matriculó, no llegó a hacer nada; y a día de hoy dudo que se matriculase). Pena porque es patética. Pena porque es una envidiosa. Y lo más divertido de todo, pena porque no es consciente de la mucha pena que da.


Un abrazo y mucho ánimo.

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