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Mostrando entradas de junio, 2014

El fin de la humanidad

Todos queremos disfrutar de una buena vida, ser felices. Y en estos últimos siglos, más que nunca, vivir bien se ha convertido en un sinónimo de tener. Tener dinero para comprar casas más grandes, coches más rápidos, ropa más nueva, móviles más modernos, conexiones a Internet más veloces… Y para tener dinero, decidimos especializarnos en aquellas disciplinas que nos lo van a asegurar: arquitectura, ingeniería, diseño de moda, informática… Por eso, cada día, hay más y más personas que se dedican a inventar y construir todo aquello que nos hace felices: las casas grandes, los coches rápidos, la ropa nueva, los móviles modernos, las conexiones a Internet veloces… Pero parece que el camino hacia la felicidad no es fácil, sino más bien tortuoso y largo. Está lleno de baches, de dificultades y retos, de escollos y desafíos, de luchas a muerte. Y, puede que como consecuencia de ello, a veces nos sentimos perdidos, solos, desamparados, incomprendidos, desalentados e, i

Me pintaré el ojo cuando me salga del oj...te

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Como me suele ocurrir siempre que decido perder el tiempo en Internet, acabo saltando de una página a otra sin un rumbo definido para ojear las cosas que me van llamando la atención, bien sea por un motivo u otro. Habitualmente empiezo por curiosidad y, al final, acabo haciéndolo porque me voy agarrando un cabreo de espanto que necesito que me dure el tiempo suficiente como para escribir un post. En este caso, la relación de temas ha sido esta: maquillaje-cómo maquillarse-famosas con y sin maquillaje. Con eso de que nadie usa su verdadero nombre en las redes y que todo son motes, apodos y nicks de lo más variopinto, es difícil saber a quién quieres “leerle la cartilla”, así que voy a generalizar. Resulta que uno de los activos más importantes de los famosos es su cara bonita, ¿no? Eso lo sabemos: quien trabaja de cara al público cuida su imagen. Pero es que lo hacemos todos: yo suelo ir con camisetas de tallas desproporcionadas y pantalones rotos, pero tengo que a

La mesa de la abuela

-¿Y para qué dices que necesitas esta mesa? -Para mi nuevo negocio, abuela. -Ah, ya… Pero está vieja y coja. Estas cosas ya no se llevan. Las mesas, ahora, son más… modernas. Cuadradas, lisas… -Asépticas, geométricas e impersonales, diría yo. Por eso quiero esta. Tú ya no la utilizas, ¿no? -No, no. Si puedes llevártela, hijo. Es solo que no lo entiendo. -Es fácil, abuela. Vivimos en un mundo urgente, instantáneo, acuciante, breve y efímero. Y por culpa de las prisas todos escuchamos la misma música caduca, vestimos con ropa similar, adoramos a falsos ídolos, compramos en cadenas comerciales uniformes y apoyamos nuestros cafés en mesas idénticas. Y mi negocio no entra dentro de ese paradigma. Yo voy a abrir un espacio de sosiego, calma, tranquilidad, placidez y serenidad. Mi negocio será un lugar en el que cada uno tomará consciencia de las cosas que de verdad importan, aprenderá otras nuevas y desterrará sus miedos. Voy a ayudar a la gente a ser fel

Argumentar con los "collons"

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El hombre vive y hace su historia.  Y cuando aprende a escribir, escribe la historia.  Y cuando descubre la política aprende a escribir la historia como le conviene, y a leerla como le sale de los coj*nes... Y esto, nos pese más o menos, es una verdad como un castillo de grande. Nos agarramos a los argumentos que más nos gustan, les damos las vueltas que sean necesarias, le buscamos cinco pies al gato y, ¡ voilá !: en el siglo tal pasó lo que a nosotros nos da la gana. Como esta es un arma de doble filo, cualquiera puede acusar a otro de tergiversar los hechos en beneficio propio. Así, nos pasamos la vida alegando que tal o cual personaje histórico nació aquí o allí, que unos hallazgos arqueológicos son más importantes que otros por su antigüedad y bla, bla, bla. Cualquier tema histórico parece ser susceptible de discusión y refutación. Tanto es así, que el otro día me he topado con el colmo de los colmos: un vídeo (no voy a mencionar la fuente po