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Mostrando entradas de octubre, 2013

Fuga de cerebros... ¿Hasta cuándo?

Hace apenas una semana que tuve que despedirme de una de mis mejores amigas porque cogía un vuelo con destino (sorpresa, sorpresa) a Alemania. Si no tiene suerte, solo pasará allí cinco meses adquiriendo experiencia como ingeniera química. Si la tiene, Dios dirá. Hoy me he enterado de que otro buen amigo cruzará el charco hasta Canadá para trabajar (mínimo durante un año) como diseñador gráfico (sorpresa, sorpresa: su profesión). Y en mi círculo no son los primeros: tengo a otro más en Alemania y a un cuarto en Estados Unidos. También trabajando, también en su profesión. Y estos dos (ya es definitivo) no piensan volver. Se supone que cambian la ley de educación porque la actual es un pestiño (voy a dejar a un lado lo que me parece la que quieren implantar) y, sin embargo, las personas que se formaron con los criterios de esa ley, salen del país y consiguen buenos empleo con buenas remuneraciones, y se les valora, respeta y aprecia por todo lo que van a aportar en sus países de ac

Érase una vez... Un juego que escondía más de lo que parecía

Gracias a unas amigas, he descubierto hace poco el juego de mesa Érase una vez. Sé que me sumo tarde a la moda y que, probablemente, hay cientos de personas que ya han expresado su opinión sobre este curioso juego. No obstante, como me ha fascinado tanto, siento la necesidad de compartir mis opiniones. Y mi opinión es que sabemos hablar pero no comunicarnos. Nos dicen que una de las mayores lacras que arrastramos los españoles es no dominar los idiomas. Y es cierto, empezando por el nuestro. Se nos notan las carencias: dudamos, nos atascamos, utilizamos mal los tiempos verbales, empleamos incorrectamente cientos de palabras... Y eso es solo en el ámbito doméstico y para el día a día. En las grandes ocasiones, cuando acudimos a una entrevista de trabajo o, por contra, cuando hablamos con nuestro jefe o con un cliente, en la consulta del médico, en las asesorías del tipo que sean, con el fontanero o con el que nos pone el ADSL... directamente nos atascamos. Los "eh...uhmm...&

¿Autopublicación? ¡Sí! ¿Autoedición? No... gracias

La feria de Fráncfort ha dejado constancia oficial de lo que los lectores asiduos ya sabíamos: la llamada autoedición viene pisando fuerte. Las plataformas destinadas a este fin proliferan aquí y allá, y las personas con inquietudes literarias pueden escoger dónde colgar sus creaciones. ¿Ventajas? Los precios son de risa: entre 0,99 y 5,99; los autores noveles tienen la oportunidad de salir a luz y los lectores pueden escoger dentro de un escaparate infinito de títulos y temas. Adiós al imperialismo de las editoriales. ¿Desventajas? Pues supongo que dependerán de cada uno. Yo lo tengo claro. La autoedición no existe. Este nuevo fenómeno que así hemos bautizado no es tal. Más bien deberíamos llamarlo "autopublicación", ese término se ajusta más a la realidad.  Un autor no puede ser su propio editor porque las dos funciones son incompatibles en un mismo ente. Los que editan publican libros y los que se "autoeditan" publican manuscritos. Algunos se preguntarán cu

A veces un 5 vale mucho más que un 9

Se han endurecido los requisitos para optar a una beca. Hay quien se queja y hay quien lo justifica. Siempre se ha dicho que todas las opiniones son válidas, pero yo a estos segundos no les entiendo. Dicen que las becas han de ser para aquellos que demuestren merecerlas. Disimuladamente (o no) quieren hacernos entender que no se puede "regalar" estudios a quien no los merece. Se supone que quien no merece estudios es aquel que no obtiene notas excelentes... Pero, ¿de verdad hay todavía quien cree que un 5 y un 9 reflejan realmente el potencial de un estudiante? Porque no habrá baremo menos fiable que este tipo de calificaciones. Se supone que el 5 lo merece quien trabaja lo justo y el 9 el que se aproxima a la excelencia. Sin embargo, un 5 no siempre es igual, del mismo modo que tampoco lo es el 9. Un estudiante que está agobiado por la situación doméstica (un progenitor en paro que ya no cobra prestación, el otro cobrando el salario mínimo, facturas por pagar, una