¿Autopublicación? ¡Sí! ¿Autoedición? No... gracias

La feria de Fráncfort ha dejado constancia oficial de lo que los lectores asiduos ya sabíamos: la llamada autoedición viene pisando fuerte. Las plataformas destinadas a este fin proliferan aquí y allá, y las personas con inquietudes literarias pueden escoger dónde colgar sus creaciones.

¿Ventajas? Los precios son de risa: entre 0,99 y 5,99; los autores noveles tienen la oportunidad de salir a luz y los lectores pueden escoger dentro de un escaparate infinito de títulos y temas. Adiós al imperialismo de las editoriales. ¿Desventajas? Pues supongo que dependerán de cada uno. Yo lo tengo claro.

La autoedición no existe. Este nuevo fenómeno que así hemos bautizado no es tal. Más bien deberíamos llamarlo "autopublicación", ese término se ajusta más a la realidad.  Un autor no puede ser su propio editor porque las dos funciones son incompatibles en un mismo ente.

Los que editan publican libros y los que se "autoeditan" publican manuscritos. Algunos se preguntarán cuál es la diferencia. Si quieren la respuesta solo tienen que comparar unos con otros.

Cuando leemos un libro lo hacemos para sumergirnos en el relato, en la historia, en las causas de la tragedia o en los hechos que promueven la aventura, en los motivos que llevan a dos personajes a enamorarse... Pero no para perder el tiempo, el interés y la paciencia en una buena obra por la cantidad de erratas que la pueblan.

El buen autor es el que se da cuenta de que el ojo y la mano que han compuesto una novela no son capaces de percibir las pequeñas irregularidades. El buen autor es el que cree tanto en su talento, que es capaz de reconocer que necesita la ayuda de alguien más para obtener un resultado profesional. El buen autor es el que busca un corrector, un editor o a un amigo que sabaca buenas notas en clase de lengua para que subsane aquello para lo que él se ve incapaz.

Autopublicación, sí, pero edición también.

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