Fuga de cerebros... ¿Hasta cuándo?

Hace apenas una semana que tuve que despedirme de una de mis mejores amigas porque cogía un vuelo con destino (sorpresa, sorpresa) a Alemania. Si no tiene suerte, solo pasará allí cinco meses adquiriendo experiencia como ingeniera química. Si la tiene, Dios dirá.

Hoy me he enterado de que otro buen amigo cruzará el charco hasta Canadá para trabajar (mínimo durante un año) como diseñador gráfico (sorpresa, sorpresa: su profesión).

Y en mi círculo no son los primeros: tengo a otro más en Alemania y a un cuarto en Estados Unidos. También trabajando, también en su profesión. Y estos dos (ya es definitivo) no piensan volver.

Se supone que cambian la ley de educación porque la actual es un pestiño (voy a dejar a un lado lo que me parece la que quieren implantar) y, sin embargo, las personas que se formaron con los criterios de esa ley, salen del país y consiguen buenos empleo con buenas remuneraciones, y se les valora, respeta y aprecia por todo lo que van a aportar en sus países de acogida.

¿Cuántas personas van a tener que emigrar para que salten de una vez las alarmas?

Que lo sabemos todos. Que esto no es nuevo. Que los beneficios de la inversión en educación, formación y especialización de estos emigrantes, se los están quedando otros...

Que en el país que hemos creado ya no se puede vivir de construir pisos. Que no hay tantos guiris para seguir abriendo chiringuitos. Que no todos tenemos pueblo para volvernos a vivir de las patatas y la cebada que da el campo.

 ¿Cómo vamos a salir de la crisis si expulsamos el talento?


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