El fin de la humanidad



Todos queremos disfrutar de una buena vida, ser felices. Y en estos últimos siglos, más que nunca, vivir bien se ha convertido en un sinónimo de tener.

Tener dinero para comprar casas más grandes, coches más rápidos, ropa más nueva, móviles más modernos, conexiones a Internet más veloces…

Y para tener dinero, decidimos especializarnos en aquellas disciplinas que nos lo van a asegurar: arquitectura, ingeniería, diseño de moda, informática…

Por eso, cada día, hay más y más personas que se dedican a inventar y construir todo aquello que nos hace felices: las casas grandes, los coches rápidos, la ropa nueva, los móviles modernos, las conexiones a Internet veloces…

Pero parece que el camino hacia la felicidad no es fácil, sino más bien tortuoso y largo. Está lleno de baches, de dificultades y retos, de escollos y desafíos, de luchas a muerte.

Y, puede que como consecuencia de ello, a veces nos sentimos perdidos, solos, desamparados, incomprendidos, desalentados e, incluso, abandonados.

Es en esos momentos de desolación cuando necesitamos un consuelo, apoyo, consejo, ánimo, auxilio. Que alguien nos diga: “No estás solo”, “Yo te entiendo”, “Esto suele ocurrir, pero no es el fin del mundo”, “Es normal que te sientas así”, “No hay mal que cien años dure”.

Pero…

Cuando necesitamos consuelo, ¿nos abraza nuestra casa?
Cuando necesitamos apoyo, ¿nos alienta nuestro coche?
Cuando necesitamos consejo, ¿nos ofrece sabiduría nuestra ropa?
Cuando necesitamos ánimo, ¿nos exhorta nuestro móvil?
Cuando necesitamos auxilio, ¿nos ayuda nuestra conexión a Internet?

No.

Recurrimos a ese cantante de portentosa voz que con una sola nota tumba de un golpe los miedos.

A los protagonistas de las historias épicas que son capaces de vencer los designios de los dioses.

A los sabios que nos enseñaron que lo más grande surge de nuestras pasiones.

A las escenas en óleo que, habiendo captado un solo instante, han sido capaces de reflejar la belleza del mundo.

A los que redactaron el pasado para darnos pie a construir el futuro.

A la Música, a la Literatura, a la Filosofía, al Arte, a la Historia.

En definitiva, a las Humanidades. Que si se llaman así, será por algún motivo importante.

Recordadlo cada vez que alguien denosté la Cultura.

Si escucháis decir: “¿Letras? ¿Y eso para qué sirve?”, esa persona está necesitada de las letras más que nadie, y deberíais sentir pena por ella.


Entradas populares de este blog

Tetas, tetas, tetas

Vivir en el infierno, o tener de vecinos a Homer Simpson y señora

Carta a una excompañera