Ser friki no es una moda, es una forma de vivir la vida

¿Nadie más tiene la sensación de que, actualmente, se abusa horrores de la palabra "friki"? Antes, un friki era una persona con gustos que se alejaban de los de la mayoría, que aunque hubiera entrado de lleno en la treintena continuaba viendo series de dibujos animados, que sabía palabras en japonés o en élfico o en klingon ¡o en las tres! Un friki entendía de videojuegos, de informática, de razas míticas o alienígenas... Pero ahora no.

Ahora, ser friki está al alcance de cualquiera: se puede ser friki de los coches, del cine, de una serie de televisión... Y gracias a algunos autores superventas, los que han leído las historias del dichoso trono de hierro o del mago con la cicatríz del rayo, o que han visto una vez las películas de Peter Jackson, ya se consideran frikis.

¡Pues no, señores, pues no! Me parece muy mal. El friki nace friki. Cuando los niños de su clase juegan al fútbol, él juega a las cartas Magic, cuando todos montan en bicicleta, él pinta figuritas de Warhammer y cuando llega a los dieciocho años no sueña como los demás con un coche, sino con pilotar el Halcón Milenario.

Los frikis son personas apasionadas: disfrutan imaginando mundos imposibles, llevan camisetas de súper héroes, saben utilizar los palillos para comer comida china, memorizan los diálogos completos de Los Simpson y distinguen, con un solo acorde, las bandas sonoras compuestas por Elfman. Y son así siempre. No siguen modas, siguen a su corazón.

La palabra friki nació como un insulto y, como se ha puesto de moda, ¿todos queremos serlo? ¡NO! Ellos fueron quienes lograron transformar el desprecio de las masas en un modo de vida, así que vamos a dejar de adjudicar gratuitamente el adjetivo "friki" a quien no se lo merece.

¿Queréis ser frikis? ¡Ganáoslo!
Larga vida y prosperidad.

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