¿Qué mundo nos espera si no sabemos leer?



Ayer estuve viendo un documental de Documentos TV titulado Descatalogados. 

 http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentos-tv/documentos-tv-descatalogados/2533427/

Más allá de lo que pueda parecer a primera vista, trata sobre la dirección que está tomando el mundo del libro en general: qué va a pasar con las librerías, con las bibliotecas, con las editoriales, con los lectores y con la lectura.


El documental recoge las opiniones de varios expertos del mundillo, como no podía ser de otra manera, y entre cuestión y cuestión lanza al espectador una serie de datos que dibujan un panorama nada halagüeño.

La culpa de la situación se la adjudican los unos a los otros, aunque suelen coincidir en que los principales contribuidores a la destrucción de la cultura del libro son Amazon y Google (excepto Amazon, claro, que opina que el cambio que se está produciendo es natural. Google no aparece para dar su versión.).

  
Mientras veía el documental me fui reafirmando en algunas ideas que de antemano ya poseía y abriéndome a otras en las que no había reparado… Hasta que uno de esos “datos” se sobrepuso al resto de las imágenes mientras la narradora (Meryl Streep en la versión original) guardaba silencio.

Este dato en cuestión afirmaba que algo así como el 46% de los adultos estadounidenses no entienden, ojo, ¡los prospectos de los medicamentos!



Entonces pensé que, si este dato es real, el problema es mucho más grave de lo que en principio parece, ¿no?

¿Qué más da que la gente compre libros o vaya a la biblioteca a por ellos si se está afirmando que casi la mitad de los adultos de un país tan enorme y, en teoría, desarrollado como Estados Unidos no entiende una lectura tan “obvia” como un prospecto?

O dicho de otra forma, ¿cómo van a plantearse comprar o acceder a los libros si no entienden lo que leen?

Y si los adultos, como no entienden, no leen, ¿de quién se espera que inculque en los chavales el hábito de la lectura?

Puede que el cambio de paradigma en el mundo del libro lo esté magnificando Internet, está claro, pero el problema se arrastra desde hace mucho más tiempo. El impasse llegó en 2005, y antes de esa fecha, ¿qué?

Los chavales (y no tan chavales) de hoy prefieren las respuestas rápidas de los buscadores de Internet antes que las búsquedas en bibliotecas. Si se escuchan sus motivos con atención, queda claro que no saben cómo afrontar estas segundas. Nadie les ha enseñado. ¿Quién iba a hacerlo, si la mitad de los adultos no sabe si puede o no conducir maquinaria pesada tras consumir una pastilla?

En algún momento, antes de que Amazon y Google descubriesen que los libros son un negocio, a todos se nos olvidó que la lectura es importante en nuestras vidas, que leer es algo más que saber que la eme con la a se dice “ma”.

Ciertamente es preocupante que los jóvenes no conciban la lectura como algo necesario, que les sorprenda el hecho de que haya personas capaces de sentarse frente a un libro de trescientas páginas y leerlo de cabo a rabo sin saltarse una sola línea… Pero, quizá, nos estemos olvidando otra vez de lo más importante: del peligro que conlleva que una sociedad no sepa leer: entender qué se le está diciendo a través de la palabra escrita.

Perder el hábito de la lectura va mucho más allá de que quiebren editoriales y se cierren librerías y bibliotecas.


Perder el hábito de lectura significa que renunciamos a desarrollar nuestro pensamiento crítico, significa que estamos dispuestos a permitir que cualquiera nos engañe.

Como individuos, como ciudadanos que pretenden ser libres, deberíamos de estar aterrados ante estos hechos (no por la situación de crisis que viven los negocios privados que se dedican a hacer negocio de las letras, que también, pues nos afecta en cuanto a la difusión de la palabra escrita se refiere): estamos indefensos ante el mundo que nosotros mismos hemos creado.

Quien no entiende un prospecto no estará capacitado para entender un contrato laboral o hipotecario, o para comprender un manifiesto político. Quien no entiende un texto escrito, está avocado a ser un esclavo durante el resto de su vida.


Y a mí lo que me da verdadero miedo es esto.

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