Nuevos nombres, nuevas modas y abuelillos
Siempre he dicho de mi propia persona que, al haberme criado en lo más profundo de Castilla La Vieja, me he vuelto como la tierra: áspera, seca, desconfiada y reticente... Los que hayan hablado con gente de Valladolid entenderán por qué lo digo. El caso es que, mientras que no se haga daño a nadie, no me molestan ni las modas ni los gustos ajenos. Algunos los puedo entender, como comprarse determinado tipo de ropa o hacerse determinados pendientes... Otros no: como llamar a un hijo "Jason" en vez de Jasón, "Michael" en vez de Miguel o Kevin si detrás no va el consabido Costner. Igual que tampoco entiendo la necesidad de llamar a las hijas Iovanna o Vanessa teniendo los preciosos Juana y Juanita castellanos (que es lo que los otros dos significan en realidad). Y bueno, no lo entinedo, pero lo respeto. Es muy habitual últimamente... ¿Una moda? No lo sé. Lo que pasa es que... cuando me pongo a pensar en el futuro e imagino a hombres y mujeres diciéndoles a sus hijo...