90-60-90 o Licenciatura en Periodismo



Algo pasa en televisión y no queremos darnos cuenta. Las parrillas están bien cargaditas de carne… De carne fresca y bien prieta que pueda mostrar sonrisa y encanto para hacer menos truculento el panorama de actualidad.

Ya lo decía Mary Poppins: “con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor”, así que para que la comunidad de espectadores pueda digerir las crisis económicas, los aumentos del paro, los recortes en sanidad, los atentados terroristas y las derrotas de sus equipos de fútbol, las cadenas de televisión fichan a las mujeres de sus plantillas en los mismos procesos de selección que los catálogos de lencería.

¡Ojo, y que nadie se patine! Ser guapa y ser profesional de la comunicación no son incompatibles, lo que sí parece serlo de unos años a esta parte es lo contrario: ser fea y dedicarse al periodismo.

Puede que exagere y que ni Telebrinco ni La Siesta ni demás etcéteras exijan a sus fichajes femeninos presentar el currículo adjuntando un book en traje de noche y de baño, pero los hechos hablan por sí solos e invitan a pensar mal.

Las periodistas actuales, antes que buenas profesionales (ojo otra vez, que no digo que no lo sean), han de estar buenas, porque no importa lo que digan, que para eso ya tienen a un hombre al lado que lleva la voz cantante; sino que importa más cómo se vean en pantalla, o sea, como pibones.

Habrá quien me diga que no es cierto, que existen un montón de mujeres respetables pintando canas y luciendo arruguitas en el prime-time, y es verdad, haberlas, hailas. ¡Qué tiempo tan feliz! ¡Las tenemos ahí para que se dediquen a lo que viene siendo el cotilleo…! ¿Verdad?

(Me pregunto si habrán retirado a María Escario de los deportes para concederle Cine de Barrio…)

¡Años indignada porque ni una sola alma caritativa le prestaba a Anne Igartiburu un abrigo con el que recibir al año nuevo desde la Puerta del Sol, y resulta que ahora los presupuestos para los especiales de Fin de Año ni siquiera cubren la tela de los vestidos!

Quienes me conocen (o al menos algunos) saben que durante algún tiempo me estuve planteando matricularme en Periodismo, y también que al final opté por Filología Clásica… A Dios gracias puedo decir a toro pasado, porque mi futuro hubiese sido de lo más negro visto lo visto. Y es que claro está que yo no soy Cristina Pedroche. Pero, tristemente para ellas, el 90% de las licenciadas en Periodismo, tampoco.

En unos días, cuando pasemos de una vez el hartón de las fiestas navideñas y el número de cigalas vendidas sea sustituido por el de mujeres violentadas, me pregunto si alguno de los figurines que acompañan a los cuarentones y cincuentones que abren el telediario, mencionarán su propio nombre.

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