Yo tampoco regalo mi trabajo



¿Podríais comenzar leyendo este post, por favor: http://siempreenmedio.wordpress.com/2014/05/20/no-trabajo-gratis/#comment-3255 ?

¿Alguna vez habéis necesitado redactar un texto? A saber, una carta de presentación para apuntaros a una oferta de empleo, una reclamación a una empresa por un producto en mal estado, la solicitud de una beca, de información sobre un curso… Algo que, por cortito que fuese, requiriese más esfuerzo que un comentario en Facebook o Twitter. ¿Sí? ¿No?

Si lo habéis tenido que hacer sabréis que cuesta. Y si no lo habéis hecho nunca ya os lo digo yo: cuesta.

No vale cualquier cosa: hay que ajustar el tono y el léxico a las circunstancias, para lo que es necesario saber a quién nos estamos dirigiendo. Es importante expresarse de forma clara y sencilla para que se entienda el mensaje y que el receptor no necesite de un criptólogo que le ayude a descubrir lo que estamos diciendo. Por eso el texto ha de estar bien estructurado, ser coherente.

Del mismo modo, hemos de ajustarnos a la extensión adecuada: tres líneas pueden ser poco y veinte páginas demasiado. Hemos de hallar la justa medida para que se nos tome en serio.

Y todas estas consideraciones que hemos de aplicar a un textito de carácter privado se magnifican cuando el textito en cuestión tiene un carácter público: cuando su destino es una web (sea esta del tipo que sea), un blog, una revista, un periódico, etc. La existencia de un público más o menos amplio complica la tarea de redacción, ya que hay que estar atentos a todo lo mencionado y a otras cuestiones nuevas, como por ejemplo, documentarse sobre un tema en particular.

¿Cuánto se tarda en redactar un texto de cuatrocientas o quinientas palabras? Pues depende del resultado que se desee obtener. Si el producto que se busca ha de ser bueno, con cinco minutos no basta.

El “gran público” no lo sabe. Total, como no hay una licenciatura en escritura y redacción, cualquiera puede hacerlo. No parece realmente un trabajo.

Quienes viven de los contenidos escritos sí lo saben. Saben que redactar un texto que cumpla unos mínimos de calidad supone un gran esfuerzo y requiere de tiempo. Pero también saben que actualmente la proliferación de las nuevas tecnologías ha animado a muchas personas a “meterse” a escribir. Saben que hacerse un nombre puede resultar casi imposible. Saben que si tú quieres cobrar por escribir, habrá miles que estén dispuestos a no hacerlo con tal de que su nombre aparezca al final del artículo, de la crítica. Saben que estarán agradecidos de que se les publique un pequeño cuento o un capítulo de su primera novela. Saben y se aprovechan.

Ellos venden sus revistas en papel o cobran por la publicidad en su web, se ganan el sueldo gracias a los contenidos gratis que reciben de los ingenuos que se quieren abrir paso en el mundo de las letras.

Si todos aquellos que generamos contenidos exigiésemos un pago justo a nuestro trabajo (porque sí, lo siento, es trabajo) y nos plantásemos cuando pretenden explotarnos con artimañas y falsas promesas, ¿qué pasaría?

Si cualquiera comienza su andadura profesional ofreciendo su trabajo “por la patilla”, ¿de verdad es factible esperar que el día de mañana se le retribuya algún tipo de pago o salario? ¿Por qué algo que siempre ha sido gratuito iba a dejar de serlo?

Como nuestro trabajo no lo entiende nadie salvo aquellos con los que compartimos gremio, ¿debemos permitir que se nos explote? ¿Que lo hagan nuestros propios compañeros?

Si una persona que se dedica a redactar para generar contenidos no cobra por su trabajo como escritor, habrá de buscarse el sustento en otra parte, ¿no? ¿Cuántas horas se piensa el mundo que tienen los días de los escritores? ¿Treinta y dos? ¿Cuarenta? Porque si se necesitan ocho para dormir, doce para trabajar (porque, hoy por hoy, ¿quién trabaja solo ocho horas?), una para comer, una para cenar y dos para desplazarse de casa al trabajo y del trabajo a casa, ¿de dónde iba a sacar el tiempo para redactar si no?

¿Por qué estamos dispuestos a aceptar que cualquiera tiene derecho a ganarse la vida dignamente con su empleo excepto quienes se dedican a las “artes” y la información?

Nos gusta mucho Internet, pero ¿qué pasaría si se quedase sin contenido?

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