Trámites burocráticos o vivir permanentemente en el 28 de diciembre



Los funcionarios suelen quejarse a veces de que nos mofamos de ellos, de que solemos satirizar sobre la cantidad de veces que salen a desayunar/almorzar/tomar café, de la cantidad de descansos que se toman al día, de la cantidad de datos que omiten/olvidan/inventan y que ralentizan las gestiones…

Puede que los humoristas profesionales y la gente de a pie exageremos, sí. También puede que haya funcionarios que trabajen… (Es broma. Los hay. Habrá. Supongo.)

El caso es que, talento y dedicación del funcionariado aparte, todo lo relacionado con la burocracia es un tostón. Nunca nos aclaramos con la documentación que hemos de presentar, ni la forma o el orden. Incluso cuando ya hemos realizado un trámite varias veces, en la siguiente ocasión solemos equivocarnos en algo. Misterios del universo.

Pero tenemos que mirarlo por el lado positivo, chistoso: si fuese de otra manera, no habría motivo de queja, y lo cierto es que nos gusta quejarnos. A mí la primera. Por eso, la Agencia Tributaria, muy sabia ella, ha decidido continuar con la tradición de (permítanme el vulgarismo) putear al personal, y ahora también nos dificultan los trámites burocráticos a través de Internet.

Tú estás en tu casa y dices: “¡Ahí va! Si tengo que presentar XXX! ¡Voy a hacerlo telemáticamente para ahorrarme paseos y disgustos!”. Y sí, te ahorras paseos. Porque cuando no falla una cosa te falla otra y los disgustos persisten.

Entre que es obligatorio usar Internet Explorer (¡Internet Explorer!), que tienes que permitir los dichosos plugins uno por uno y que lo de la firma electrónica es de risa, al final tardas lo mismo, o más, que si lo hicieses de la forma tradicional.

Eso sí, si se te antoja cagarte (y perdón de nuevo por lo soez y vulgar de la expresión) en la leche que mamó alguien, no pasa nada; en el salón de tu casa solo te oyen los vecinos de arriba, abajo, izquierda y derecha.

Y esto lo sé porque lo he vivido recientemente en propias carnes. La verdad es que me han tocado tanto las narices (ahora sí que me ahorro el vulgarismo porque lo que de verdad me han tocado resulta excesivo) que estoy deseando tener un salario desorbitado para poder pagar un gestor o, mejor aún, para poder empezar a estafar y salir impune.

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