Además de "tecnoadictos", hipócritas



Paseando por Facebook me he encontrado con esta bonita imagen:



Cada uno puede sacar sus propias conclusiones a cerca de ella, lógicamente, pero a mí me han parecido de lo más curiosas las que he leído al respecto.

Todos aquellos que comentaban la ilustración coincidían, por supuesto, en que cualquier tiempo pasado fue mejor, que lo que viven ahora los niños no puede llamarse infancia, etc.

Voy a poner sobre la mesa una reflexión: si la infancia de los que hoy critican fue mejor que la que tienen ahora los niños, ¿de quién es la culpa?

Hablo desde el desconocimiento ya que no soy madre ni tía ni nada, pero, ¿los niños reciben una paga semanal tan alta que les permite comprarse tablets, smartphones y videoconsolas al salir del cole?

Los aparatitos roba-infancias los compran los adultos, y a los niños se les antoja tenerlos por dos motivos: lo ven en la televisión y lo ven (¡anda!) en casa.
Se supone que los adultos han de ser un ejemplo para los pequeños, fuente de consuelo, cariño, comprensión (bla, bla, bla) ¡y de autoridad!

Si un niño pide una tablet y no se le da, ¿cuál es el problema? Pero, por lo visto, si el niño pide, se le da. Sea lo que sea.

Se critica a los niños por no jugar con la pelota y el rechuz (o peonza), pero es que tal vez no tienen con quien jugar a la pelota o quien les enseñe a bailar la peonza…

Se les echa la culpa a los menores y, sin embargo, es del bolsillo de los mayores del que salen ese tipo de regalitos.

Pero, claro, nadie va a reconocer que es mucho más fácil tener al niño entretenido y sin dar guerra con una consolita. Llevarlos al parque cada tarde requiere un esfuerzo que no estamos dispuestos a realizar porque, admitámoslo, cuando salimos del trabajo, nos apetece cotillear las fotos de Istagram, ver qué hay de nuevo en Amazon o actualizar nuestra lista de reproducción en Spotify.

¿Qué les contestaríamos a nuestros padres o abuelos (y con qué modales) si nos dijesen que estamos desperdiciando nuestra madurez?

Estas acusaciones son un arma de doble filo. Si en la imagen arriba mostrada cambiásemos a los niños por adultos charlando, jugando a la petanca, paseando al perro… y dejásemos igual el dibujo de la parte inferior, ¿se mantendrían nuestros comentarios inquisitoriales?

Somos unos hipócritas.

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