¡Soy de letras! ¿Y qué?
Quiero
aprovechar el día de hoy para comentar lo deprimida que me encuentro. Estoy tan
triste que he llegado a ver durante un rato la MTV…
Una
persona, cuyo nombre no quiero decir, me ha decepcionado a nivel personal a
través de un comentario. Hablábamos sobre la crisis y le he comentado que,
afortunadamente, cuando acabase su carrera, no tendría que preocuparse por el
desempleo. A esto, esta persona en cuestión me ha respondido: “no tendré que
preocuparme porque no habrá crisis y porque no he hecho una carrera de letras,
como tú”.
¡Zas!
Directo al corazón. Ains… Si no fuera porque llevo años haciéndome una coraza
para protegerme de este tipo de ataques gratuitos…
Lo
peor de todo es que esta persona representa a la futura generación de
universitarios que saldrá al mercado laboral de España. Representa a los que se
han salvado del abandono escolar. Representa el futuro de la investigación y el
progreso.
No me
autoengaño ni nada, sé que vivimos en un mundo en el que hacen falta más
médicos e ingenieros que filólogos por centímetro cuadrado, pero…
Este
tipo de afirmaciones me demuestran que la gente no sabe en qué mundo vive y que
se esfuerza por seguir en la inopia.
Hoy
por hoy, todos tenemos nuestra identidad reflejada en la red, dejamos nuestra
huella en Internet con cada comentario. Las noticias nos llegan a través de los
medios digitales, los foros y las redes sociales… Y, ¿nadie se para a pensar
que eso es palabra escrita?
¿Nadie
se para a pensar que, en una época donde se lee y se escribe más que nunca, los
de letras tendremos algo que decir y que aportar?
A
Mark Zuckerberg, no hace mucho tiempo, le intentaron estafar un montón de pasta
a cuenta de una supuesta carta que le había escrito al empresario que le
contrató como becario en sus tiempos de universidad. La cosa pintaba mal para
el amigo Mark hasta que, ¡sorpresa, sorpresa!, apareció un filólogo que
demostró que la sintaxis y el léxico de la carta no se correspondían con la
forma de escribir del padre de Facebook.
No sé
si se ve por dónde quiero ir. Mal está que nuestra propia generación desprecie
las especialidades relacionadas con las letras, pero que lo haga la que viene
después, que se pasa el día escribiendo, clama un poco al cielo.
Lo
más triste de todo es que esto solo se da, para variar, en España.