Dime de qué presumes...
Dicen
por ahí, o, al menos, eso he escuchado yo, que “quien se olvida de dónde viene,
no sabe a dónde va”. Y pienso que es una verdad como un templo. ¿Será por eso
que se dice?
No sé
en quién pensará quien lo dice cuando lo dice, pero yo, cuando lo escucho, me
acuerdo de aquellos a quienes a mi abuela le gustaba llamar “pobres con la
panza llena de sopas”.
Gente
que por poseer abultadas nóminas se cree en potestad de aleccionar a los demás
sobre el mundo y sus vaivenes, sobre la vida y sus caminos, sobre la humanidad
y sus singularidades.
Los
que por comprarse un Mercedes saben más de motores que el mecánico de toda la
vida. Los que por adquirir un iPad saben más de informática que el licenciado
en programación. Los que en vacaciones se van a veranear a playas de arena
blanca porque resulta más chic compartir
esas fotos en Instagram que las de la catedral de Toledo. Los que han conocido
anteayer a Panama Jack pero presumen de ser íntimos de toda la vida. Los que
toman sushi para comer porque “¡o
sea, es la mejor comida del mundo! ¿No lo sabías?” y acompañan el café de un muffin o un cupcake, que “están mucho mejor que las magdalenas, ¿sabes?”.
En
definitiva, los que se ofenden si se te ocurre recordarles que aprendieron a
conducir en un Ibiza. Los que aguantaron hasta el límite con su Nokia 3310
porque los móviles les parecían muy caros. Los que solo nadaban cuando abría la
piscina municipal. Los que cuyo mayor gasto en ropa consistía en adquirir unas
Nike o unas Adidas que les duraban varias temporadas. Los que comían lentejas,
tanto si querían como si no porque era lo que había, y tomaban de postre una
copa de chocolate y nata de Danone, o de marca Día, qué narices.
Los
pedantes, los pomposos, los soberbios. Los engreídos que se vanaglorian a pesar
de su falta de erudición; seres huecos, hinchados, que contemplan al resto con
altivez y menosprecio.
O
dicho de otro modo: personas que, cautivadas por el poder de “don Dinero”, no
se cansan de pretender aparentar ser más de lo que siempre fueron ante quienes
conocen lo que siempre han sido.
Esos
que creen que, en vez de repulsión, producen envidia.