Estamos encantados de conocernos

Hace años, las fotografías se hacían con cuidado y con esmero: una de las fiestas de Navidad, una del cumpleaños de la abuela, otra de las fiestas del pueblo... Porque, claro, las mediamos por carretes.

Cuando llegaron las cámaras digitales nos desinhibimos y comenzamos a hacer fotos a destajo: cuarenta en Navidad, cincuenta en el cumpleaños de la abuela, cien en las fiestas del pueblo...

Pero al aparecer las redes sociales se nos fue la pinza. Del todo.

Ahora, como se cuelgan en las redes sociales... ¡Alegría! Dominio público: las navidades, los cumpleaños de la abuela, las fiestas del pueblo, las vacaciones...

Antes, si alguien te decía "¡te voy a enseñar las fotos de mis vacaciones!", te acordabas de toda su familia (y no porque saliesen en las fotos). Ahora, como se cuelgan en las redes sociales, ¿ya no molesta?

Puedo entender que alguien diga: "esta foto tan bonita de Los Picos de Europa, la voy a colgar". Pues bien, a lo mejor yo no he estado y, al ver esa foto, me entran ganas. O también que alguien diga: "voy a compartir esta foto tan chula de la cena que hicimos los primos". Perfecto; una curiosidad.

Pero, de verdad, amigos, el 99% de nosotros no tenemos vidas tan interesantes ni realizamos actividades tan extraordinarias como para documentarlas al segundo.

Los pinrreles en la piscina, los morritos en el baño de casa, las poses en el bar...
Sobran.
Y no lo digo solo porque ni Dios se crea que esas posturitas sean "casuales".

Luego, cuando pasan cosas horribles, nos echamos las manos a la cabeza y decimos indignados: "pero, ¿cómo pudo suceder?"
Pues muy fácil, porque ponemos nuestra intimidad ante los ojos de cualquiera. Estamos encantados de conocernos.

Dicen que el gobierno de Estados Unidos espía a los usuarios de Internet...
Espiar implica descubrir actividades secretas...
Cuando algo se cuelga en Internet, deja de ser un secreto.



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