De critiqueo en mi blog ;)
Nos esforzamos
mucho en seguir las modas. Bien esas que buscan la homogeinización (“ponte
esto, que es tendencia”; “ve a este sitio, que es tendencia”; “bebe esto, que
es tendencia”; “hazte así las fotos, que es tendencia”…); bien aquellas que pretenden
la heterogeinización (pero que como las siguen tantas y tantas personas, al
final, acabamos pareciendo gemelos idénticos: “no te pongas esto, que es tendencia”; “no
vayas a este sitio, que es tendencia”; “no bebas esto, que es tendencia”; “no
te hagas así las fotos, que es tendencia”)…
Total, que
cuando salimos a la calle parece más bien que nos metemos en una casa de los
espejos en la que, más altos, más bajos, más gordos o más flacos, nos vamos
viendo reflejados en el cuerpo de cualquier extraño. O, parafraseando a George
Lucas, se produce el ataque de los
clones.
Y por si fuera
poco, cada acto cotidiano se ha convertido en un acontecimiento social que hay
que celebrar y aplaudir, so pena de crear depresiones al personal por falta de “me
gusta”:
“Tomando un
café para empezar la mañana con energía.”
“Zapatillas
nuevas para hacer un poquito de running.”
“Tarde de
compritas.”
“Rica cenita
con supercompañía.”
¡Por el amor
de Dios! Si no vivimos… ¡Actuamos! Que ya nos da igual que la manta abrigue o
tenga un tacto de lo más horripilante con tal de que esté conjuntada con las
zapatillas de andar por casa en la foto de “Domingo de peli con mi churris”.
Yo ya no sé si
alguien visita o no la Sagrada Familia de Barcelona, o si es una trola que se
ha podido ir de vacaciones a Nueva York por más que su estado en Facebook o de
Whatsapp lo pregone a los cuatro vientos…
Porque ¿qué
espacio queda para los monumentos y los skylines
en el reino del selfie? “Oh, qué
envidia, alguien ha subido 128 fotos de su cara… Jo, menudo fin de semana de
locura”. (Aunque he de añadir que prefiero esto al asqueroso desfile de pies:
pies al borde de la piscina, pies en la orilla del mar, pies… pies… ¡Pies! ¿Por
qué alguien iba a querer ver los pies de otro alguien?)
Pero da igual…
¿Quién quiere ver una foto de los Picos de Europa con un espectacular cielo
azul, si puede ver media cara de un compi de la uni y media cara de su cuqui afirmando que estuvieron allí? “#FinDeLoco#AmorAtope#VacacionesGuapas#AsturiasPatriaQueridaAsturiasDeMisAmoresQuienEstuvieraEnAsturiasEnTodasLasOcasiones”.
Y otra cosa:
¿a qué viene juntar las rodillas y torcer las punteras de los zapatos en las
fotos? ¿Es que nadie mea antes de retratarse? Sí, sí; muy Lolita aunque nadie
sepa que es un libro…
El café de
Starbucks sabe a pies, pero allá que va la gente en masa porque son sus tazas
las que quedan bien en Instagram. Como los muffins,
que valen a cojón de mico, pero que nadie puede negar que son mucho más
aparentes que las paletas magdalenas.
En agosto hace
un calor que evapora hasta la saliva, pero ¿por qué no ponerse un gorro de lana
que combine con la camiseta de tirantes?
Tengo más. Algunos
dirán que son vintage, yo digo que
son incómodas… pero, como es decreto ley usar gafas de pasta, ¡corramos todos a
la óptica a por las más grandes que haya! Y no a por un par, sino a por dos:
¡otras más con cristales polarizados!
¿Llorabas de
pequeño cuando tu madre te ponía unas “cangrejeras” para remojarte el culete en
el mar? Ahora ni una lágrima y eso que vienen con plataforma…
Pero no pasa
nada, porque sacas a pasear a tu bulldog
francés (¿qué fue de los cocker, los
galgos, los pastores alemanes, los terrier
o de esos que estaban tan mezclados que tan solo se intuía que eran perros?) y
vas requetebién moderno.
Hemos
transformado nuestra vida en el catálogo de compra de El Corte Inglés. O de Zara.
O de Ikea. O de Decathlon. Vamos, en un puñetero escaparate.
Y es que nos
preocupamos tanto por aparentar que olvidamos casi por completo ser,
simplemente, nosotros mismos. Así no se
puede ser feliz.
No, no se
puede. Digan lo que digan las redes sociales.
(Pd: ¿Habéis visto qué moderna soy? ¡Cinco fotos de pies!).