¡Dios salve a los nuevos dioses!
Me
hace mucha gracia la gente que se confiesa “atea”: “Yo no creo en dioses ni
nada. Cuando te mueres, te mueres y punto”… Como si con esa frase diesen por
cerrado un debate de forma irrefutable.
No se
puede vivir sin creer en nada. Y no lo digo yo, que aunque me creo muy lista sé
hasta dónde llego, sino que lo dicen siglos y siglos de historia humana.
Puede
que la gente (la “atea”, digo) ya no crea en Dios, Jehová o Alá. Puede que no
les convenzan los preceptos de Buda o Zaratustra (porque, reconozcámoslo, en
los tiempos que corren, nadie quiere que le impongan morales pasadas de moda, o
que les hagan promesas sobre eternidad donde no llega el wifi…). Puede que la
gente se haya aburrido de las religiones convencionales, o tradicionales, o
famosas, o mayoritarias… O aburridas.
Pero
yo más bien creo que en lugar de volverse “atea” lo que le ocurre a la gente es
que ha mudado de valores y principios y ha buscado, sin darse cuenta, un nuevo
panteón que se ajuste más a sus necesidades.
Podría
decirse que el monoteísmo ha quedado obsoleto y que se ha retornado al
politeísmo primigenio que funcionó tan bien en culturas tan dispares como la
vikinga, la asiria, la egipcia, la griega, la celta…
Para
muestra, un botón:
Dioses
de la sabiduría como Quetzalcóatl, Odín o Atenea se llaman ahora Steve Jobs, y
sus fieles (que se identifican entre ellos gracias a una iconografía
representativa fácilmente reconocible) acuden a sus templos a rendir culto y
presentar ofrendas (de celulosa y tinta, principalmente), o predican su palabra
por la calle:
“Carta
de la Apóstol Siri a los Apple adictos:
Hermanos,
hay veinte cafeterías muy cerca de vuestra posición, dieciocho de ellas son Starbucks.”
Amén.
Diosas de la lujuria como Qadesh, Afrodita o Derceto han
adquirido distintas formas en esta era y contonean sus bullarengues atendiendo
al nombre de Beyoncé, Rihanna, Lady Gaga… O de cualquier otra moza bien apretá que esté dispuesta a refrotarse
con el atrezo de cualquier escenario en cualquier ocasión, donde las esperan sus
devotos alzando sus manos al cielo en señal de plegaria y mientras cantan sus
alabanzas:
“Sticks and stones may break my
bones,
but chains and whips excite me.
but chains and whips excite me.
(Los palos y las piedras pueden romper mis huesos,
pero las cadenas y los látigos me excitan).”
¡Aleluya!
Y qué
decir de Loki o Hermes, dioses listos, pero tramposos. Dioses pícaros,
ladrones: ahora presiden bancos y cajas.
“No
robarás… (sino que cobrarás por almacenar dinero ajeno…)
No
codiciarás los bienes ajenos… (ya que te quedarás con ellos cuando no puedan
hacer frente a los intereses…)”.
Así
sea.
Otros
dioses, Ometochtli, Baco, Dioniso… continúan congregando a multitud de
feligreses que hacen correr en su honor el vino… o el ron…
“que chabocha la chevecha
que che chube a la cabecha
anda chava chube y chirve
otro bacho de chervecha”
que che chube a la cabecha
anda chava chube y chirve
otro bacho de chervecha”
Y con
tu espíritu.
Y
para terminar, aquellos que no faltan en ninguna mitología. Aquellos a los que
se adora solo porque se les teme. Que no gustan a nadie, pero que tienen que
estar. Que son sinónimo de penalidades, padecimientos, desgracia, pobreza,
miseria o escasez…
Seth, Hades, Ah Puch, Hela, Shiva…Dioses del inframundo, de la muerte, de las tinieblas, se han puesto traje y se han pasado a militar a la izquierda o a la derecha. Depende de dónde les venga el aire.
Podéis ir paz.