Analfabetos todos, ¿qué vamos a hacer en 2015?



Dice Platón en La República que “allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia”, también que “el legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos”.

Qué listo era Platón, ¿verdad?

Nuestra situación actual viene a demostrar tres cosas: que no hemos escuchado a los sabios nunca, por ejemplo, al propio Platón; que no hemos aprendido de nuestros errores, la anterior y presente legislaturas lo demuestran; y que nos dejamos llevar por las pasiones (y, esto último, también lo comentaba Platón con una metáfora que venía a decir algo así como que el hombre es un auriga que dirige un carro tirado por dos caballos, uno el placer y otro el deber, y ha de aprender a mantenerlos en equilibrio), valgan los dos ejemplos anteriores.

Solo nos preocupamos de la política cuando el asunto se pone feo y, cuando queremos tomar cartas en el asunto, no podemos remediar nada porque entonces nos damos cuenta de que somos ciudadanos analfabetos.

Puede que sepamos leer, pero no comprender, de modo que nos sentimos indignados y nos vemos desarmados ante un Estado que nosotros mismos, con nuestro voto, hemos legitimado. ¿Por qué? Porque durante los buenos tiempos hemos decidido depositar nuestra confianza en los primeros que han dicho “¡Yo quiero gobernar! ¡Yo quiero gobernar!”, y hemos hecho oídos sordos a todo lo demás.

Luego ocurre que aquellos que toman el mando (ciudadanos igual que tú y que yo y, por tanto, también analfabetos) meten la pata hasta el fondo, y nuestra indignación aumenta hasta niveles insospechados. ¿Qué pasa después? Que nos dejamos llevar por las pasiones (o siguiendo la metáfora de Platón, que se nos desbocan los caballos), y enfurecidos y asqueados, en vez de tratar de recuperar la compostura para dejar de ser analfabetos y hacerlo mejor, buscamos entre los “yo-quiero-gobernar” al que dice primero: “¿Veis a estos liantes? Pues si me votáis, se van cagar”.

Aunque al final, solo nos cagamos nosotros: en la madre de los primeros, en la de los segundos y en la nuestra propia cuando descubrimos el nuevo pifostio en que nos hemos metido.

Nos pensamos que por estar censados en algún lugar y ser poseedores de un DNI ya somos ciudadanos de pleno derecho, y puede que sí, que a efectos técnicos así sea, pero la tarea no concluye ahí. Porque, aunque ser ciudadano sea un derecho, implica también una serie de responsabilidades como, por ejemplo, buscar entre la multitud a aquel que sepa un poco de lo que habla (en el caso que ocupa este post, de política) para preservar la democracia y mantenerla al margen de disputas.

Porque puede que, como analfabeta que soy, no entienda mucho, pero hay algo de lo que estoy segura: la política no trata de revanchas absurdas.

Ahora mismo nos hallamos en un callejón sin salida, al menos yo lo veo así, y de cara al 2015 no hago más que preguntarme qué es lo que voy a hacer: si votar al analfabeto-fascista número uno, al analfabeto-ladrón número dos, al analfabeto-extremista número tres… O si directamente rezar para que algún poder superior decida enviarme la respuesta.

Y vosotros, analfabetos todos, ¿qué vais a hacer en 2015?


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