¿Fue o no fue? Esa es la cuestión
Un colega ha participado
en una conversación en una red social en la que, podríamos decir, se ha formado
un “debate” en torno a una fotografía en la que aparecían cuatro personajes: un
personaje de Juego de tronos, Dobby (el elfo doméstico de Harry Potter),
Jesucristo y Bing Bong (el amigo invisible de la película Inside out). Acompañando a la fotografía aparecía una frase que
decía, más o menos: “Si solo pudieses resucitar a uno, ¿a quién elegirías?”.
Por si mi descripción del contexto no es lo suficientemente buena, paso a
aclarar que el chiste está en que el autor de la fotografía considera a
Jesucristo un personaje ficticio.
Pues bien, leyendo los
comentarios me ha dado por pensar: la humanidad está dividida entre los que
creen y los que no creen en la existencia de Jesucristo (digo mitad porque no
me voy a poner puntillosa con las cifras reales) y llevamos más de dos mil años
tirándonos los trastos a la cabeza por este motivo. Los que creen afirman
llevar la razón porque, obvio que Jesucristo existió, ¡sale en la Biblia! Y los
que no creen afirman llevar la razón porque, obvio que Jesucristo no existió,
¡solo sale en la Biblia!
(Nota aclaratoria: quien
esté interesado en investigar, sepa que a Jesucristo le mencionan, ojo,
mencionan, autores latinos que no participaron en la redacción de la Biblia
como Flavio Josefo, Tácito, Plinio el joven, Suetonio, Luciano, Sarapión y
Celso).
Los argumentos, tanto de
un bando como del otro, me parecen bastante pobres: ¿quién en su sano juicio
pretende convencer a un ateo (o agnóstico) diciéndole que algo es verdad porque
sale en la Biblia? Valga también al contrario: ¿quién en su sano juicio pretende
convencer a un creyente diciéndole que la Palabra de Dios no es válida? En un
concurso de debate se nos meriendan a todos, ¡vaya mierda de argumentos!
Si os digo la verdad, no
entiendo a qué viene tanto revuelo: para empezar, si los miembros de las
diferentes facciones están conformes con sus ideas, ¿qué necesidad hay de
convencer al otro bando? Que con su pan se lo coman. (Ya, ya sé lo que me vais
a decir al respecto. Dejadme que me regocije con este pensamiento).
Pero eso no es lo que me
ha dado por pensar. Lo que he estado meditando ha sido más bien lo errado de
nuestra intención en cuanto a las investigaciones sobre Cristo se refiere. Qué
frase más liosa. Lo diré de otra manera: llevamos 2017 años (o 2023 si tenemos
en cuenta que Jesucristo nació en el año 6 d. C., ¿cachondo, no?) leyendo la Biblia,
abriendo socavones para montar excavaciones arqueológicas, traduciendo del
hebreo al griego, del griego al latín y del latín a las lenguas romances,
componiendo ensayos históricos y redactando largas tesis sobre la vida y obra
de Cristo, pero con la finalidad equivocada. Y es que, a mi modo de ver,
quienes investigan la existencia o inexistencia de Cristo lo hacen con el único
objetivo de dar en los morros a quienes les llevan la contraria solo para tener
razón: “¡Ja, te dije que no existía, meapilas estúpido!” o “¡Chúpate esa,
descreído del demonio, sí que existió!”.
En algún punto del camino
todos perdimos el norte y dejamos de entender lo que transmiten en realidad los
Evangelios, tengamos fe en ellos o nos parezcan ciencia-ficción.
Cuando alguien lee la
Biblia (esto sí que me suena a mí a ciencia-ficción), se fija en la multiplicación
de los panes y los peces, la conversión del agua en vino, los paseos sobre las
aguas, la sanación de los leprosos, la curación de los endemoniados y la
resurrección de los muertos, pero nadie parece ver la parte importante: la
inclusión de los pobres, los enfermos y las mujeres, las enseñanzas indirectas
de no discriminación e igualdad.
Jesucristo es el primer
personaje (real o literario) en la historia de la humanidad que se codea de
igual forma con todas las personas de la sociedad: no distingue entre ricos
(José de Arimatea) y pobres (la viuda que entrega una dádiva), que se acerca a
los enfermos: ciegos, leprosos, endemoniados, para tratar de ayudarlos y
escucharlos; que no rechaza a los estigmatizados (la prostituta que se redime)
y que trata como iguales a las mujeres (María Magdalena aparece como una más
entre sus discípulos, aunque la Iglesia -este
tema ya si eso lo tratamos otro día-
haya tratado de minimizar su relevancia).
Nos creamos su divinidad o
no, nos traguemos lo del tema de los milagros o no, en la Biblia aparece (me
voy a arriesgar a decirlo) el relato sobre la vida de un hombre que hizo gala
de unos principios desconocidos para la humanidad hasta ayer: nunca antes se
habló de nadie que hiciese cosa semejante. Jesús fue, por utilizar vocabulario
de hoy en día, un revolucionario.
Ojo, que os veo venir, no
pretendo cristianizar a nadie. A mí me la pela lo que penséis y creáis los
intolerantes de uno y otro bando (unos iréis al infierno por descreídos y los
otros por malinterpretar la Palabra de Dios. Yo, en cambio, iré al infierno por
hereje). Simplemente, me parece importante destacar que la verdadera naturaleza
trascendente y relevante de los Evangelios no la hemos entendido, que la parte
importante, el mensaje que puede ayudarnos a todos (tengamos fe o no en una
vida más allá de la muerte) se ha perdido entre milagros o trucos de magia,
según se mire.
Y sea como fuere y penséis
lo que penséis, existiera o no, al menos la figura de Jesucristo ha servido
para algo muy importante (y creo que, en esto, al menos, muchos estaremos de
acuerdo): inspirar una de las mejores comedias de la historia: https://www.youtube.com/watch?v=WYU5SAQwc4I