Micromachismo y sororidad


Estos dos términos que titulan el post se han puesto de moda… Y me tocan un poco la moral. A lo mejor es que no los entiendo bien y por eso no me gustan, que no digo que no, pero si como yo pienso los comprendo a la perfección, tengo motivos más que suficientes para que me toquen… la moral.

Si estoy en lo cierto, el micromachismo es esa práctica sutil y disimulada de machismo que impregna la cultura actual y que se manifiesta por medio de comentarios que han quedado enquistados en la sociedad, y que recurre a tópicos que desprestigian la figura de la mujer y que ayudan a mantenerla en una posición de sumisión.

A simple vista, y si lo he definido bien, no parece que sea nada malo. El término, digo. Pero sí que es malo. Sí que es un término malo. Malo, malo, malo.

Porque para mí, que he estudiado griego (y entre otras cosas me sirve para cabrearme), micro significa ‘muy pequeño’, con lo cual, un micromachismo es un ‘machismo muy pequeño’, y las cosas muy pequeñas parece que duelen menos y hacen menos daño…

Micro- puede usarse con -fono, con -scopio, con -chip, con -milésima, con -segundo, con -bio, con -bús, con -clima o con -cirugía, y si me apuráis, con -machine (para que sean los auténticos) o con -soft (para darle nombre a una empresa). Pero no puede usarse con machismo. ¿Acaso es correcto definir cualquier tipo de discriminación como pequeña? ¿Existe el ‘microrracismo’? ¿O existe la ‘microhomofobía’? No. Porque querer que “un negro te abanique” es igual de horrible que cambiarte de asiento en el metro cuando un negro se te sienta al lado; y porque es igual de abominable no querer que un homosexual adopte un niño que llamarlo “maricón” o “tortillera”.

Así que lo siento, me cabrea. Corrijo: no lo siento. ¡Me cabrea!

Utilizar el prefijo micro- parece que ayuda más a normalizar un comportamiento equivocado que a ofrecer un vocabulario que ayude a extirparlo.

Pues no. El machismo es machismo. Tal cual.

Y luego está la sororidad. Que según recomienda la Fundéu hay que escribir con cursiva porque la RAE no lo reconoce, y a no ser que escribas un trabajo o una publicación de carácter feminista no puedes usar la redonda…

La sororidad es… como un pacto entre mujeres… Algo así como la omertá entre mafiosos, pero solo para chicas. Se supone que hace referencia a un “acuerdo” entre mujeres para tratar de disminuir el abismo que nos separa de los hombres y conseguir la igualdad.

Es una alianza entre mujeres que da soporte a la lucha contra la opresión y que ayuda a conseguir el empoderamiento femenino. Es una hermandad entre mujeres (que digo yo que de ahí vendrá el palabro, porque como también estudié latín, sé que ‘hermana’ se decía sor; apuntáoslo por si no pillabais por qué en unas pelis de monjas se llaman entre ellas “Hermana Teresa” y en otras “Sor Citroen”; ahora ya lo sabéis, es lo mismo). O sea, que implica confianza, fidelidad, apoyo, reconocimiento…

Y hasta aquí bien… Un poco cursi, quizás, pero bien. Habrá a quien le suene a secta, desde luego, y no lo discuto porque depende quien hable de ello es cierto que parece que quieren captarte para un suicidio masivo.

Pero no me parece tampoco bien. Y no me parece bien por dos cosas.

La primera es que, y aunque esté de acuerdo con que la lucha feminista debe de estar capitaneada por mujeres, excluye a los hombres. Y esto me parece mal. Porque si para conseguir la igualdad comenzamos por excluir, que es lo primero que denunciamos que hacen con nosotras, ¿dónde está la diferencia entre el mundo que conocemos y el mundo al que pretendemos llegar?

Y la segunda es que, ¿qué pasa, que si soy mujer no puedo criticar a otras mujeres solo porque tienen vagina igual que yo? Si la lucha feminista está tratando de desestigmatizar a las mujeres (y también lo pongo en cursiva porque este palabro tampoco está aceptado por la RAE) y de pronto me dice que tengo que ser fiel, leal, dar apoyo, mostrar comprensión, aportar herramientas, luchar hombro con hombro al lado de mis “hermanas”… parece como si entreveradamente me prohibiese “ver mal” lo que puedan hacer otras mujeres. ¿Y no es eso ridículo si lo que se busca es la igualdad? A un hombre que hace algo mal, pongamos por ejemplo en su puesto de trabajo, puedo criticarlo porque mea de pie, mientras que, en cambio, ¿a una mujer que hace algo mal, pongamos también en su puesto de trabajo, tengo que perdonárselo y hacer la vista gorda porque ella ha tenido muchas más dificultades para llegar hasta allí? ¿Dónde está la lógica?

¿O es que ahora la victimización también es un arma válida para el feminismo?

Porque si las mujeres, en lugar de decir “aquí estoy porque yo valgo”, vamos a empezar a excusarnos en nuestras dificultades… No me parece que vayamos por buen camino.

Quejémonos de las trabas que nos ponen, de las injusticias que se cometen con nosotras… pero no utilicemos la culpa como estrategia porque entonces no habrá cambio posible.

Comencemos por educar a niños y niñas con los mismos principios éticos y morales, sin dobleces, enseñémosles a trabajar juntos… Pero claro, ¿cómo vamos a hacerlo si tenemos que estar sororizadas?

Si algún día se da el caso, y tengo que elegir entre votar a un hombre o a una mujer, no quiero caer en la tentación de votar a la mujer porque ella lo sea y yo también; o porque vaya a ser la primera en conseguir un puesto específico; o por cualquier otra razón. Quiero hacerlo porque demuestre ser quien está más capacitado de los dos.

Sororidad… No me van los clubes exclusivos ni los derechos de admisión.

Así que aquí me planto. Si un tío me dice que en vez de escribir este blog me vaya a fregar, jamás me oiréis decir que he sido víctima de un micromachismo. Directamente pensaré que me he topado con un gilipollas misógino. Y si una mujer me acusa de no entender el feminismo entablaré una conversación con ella, porque desde luego, si hace eso, significa que no está para nada en sororidad con sus compañeras de batalla.

Entradas populares de este blog

Tetas, tetas, tetas

Vivir en el infierno, o tener de vecinos a Homer Simpson y señora

Carta a una excompañera