Jamás volveremos a ver jardines en el desierto
He esperado
varios días para hablar sobre este tema porque, os lo creáis o no, se me
saltaban las lágrimas cada vez que leía una noticia o veía imágenes o vídeos.
No encuentro
palabras para justificar lo que está ocurriendo en Irak y Siria. Y no me
refiero al conflicto armado en sí, sino a la enajenación sufrida por ciertos
colectivos que han decidido, por motivos que me son ajenos, que la mejor forma
de exaltar sus creencias, pretensiones y objetivos es devastar el patrimonio
cultural no solo de sus propios países, sino de la humanidad entera.
Para muchos,
la respuesta ante tales actos está clara: la culpa es de la religión. Pero yo
no considero que sea tan sencillo. Como todo, la religión no es mala ni buena,
simplemente “es”. Y algunos la transforman en una experiencia personal-espiritual,
y otros en una cruzada violenta para dominar al resto de sus congéneres.
No justifico
la violencia bajo ningún concepto, pero puedo llegar a entender que exista
quien considere que está obligado a utilizarla para defenderse: cuando un
sistema (político, social, religioso) se siente amenazado, cuando una población
se ve cercada, suele ser habitual responder mediante las armas para dar a
entender a los opositores que no se va a renunciar a una forma de vivir solo
porque otros (extranjeros, vecinos, infieles…) traten de imponer nuevas
costumbres que consideran mejores.
Sin embargo, y
a pesar de todos los horrores que arrastran consigo estas actitudes, me parece
inconcebible que cualquier bando, sea de la confesión que sea, opte por obrar
así.
En Siria e Irak
no solo muere gente, también se está decapitando, cercenando, dilapidando y
matando de la forma más cruenta y atroz nuestro legado material e inmaterial.
¿Cómo el
pueblo que moldeó la civilización moderna concibe que para afianzar sus
creencias actuales es necesario hacer borrón y cuenta nueva?
¿Cómo el
pueblo a quien debemos el descubrimiento de la agricultura, la invención de la
escritura, la administración, la rueda, las ciudades, el comercio a gran
escala, las bases de la mitología greco-romana y de las religiones monoteístas…
puede retroceder hacia atrás de esa manera y alcanzar la conclusión de que sin
un pasado se construirá un futuro mejor? ¡No puede existir un mañana sin un
ayer!
Adiós, Ur.
Adiós, Uruk. Adiós, Assur. Adiós, Babilonia.
Jamás
volveremos a ver jardines en el desierto.